No más.

Entré a la habitación de colores psicodélicos y de aromas a inciensos afrodisíacos. La niebla generada por estos me impedía ver más allá de medio metro de mí. Sólo sabía que había una cama, y se veía una silueta de mujer encima de ella. Algo me atrajo, algo me impulso. Activó mis instintos. Caminé hasta la cama y me recosté junto a la mujer. Sus labios pedían caricias, su cuerpo pedía ser devorado. Sus pupilas estaba dilatadas, su respiración, entrecortada y oral. Movía sus piernas de una manera extraña y no me quitaba los ojos de encima.

Partió quitándome la camisa blanca que ese mismo día compré, dejándome a torso desnudo y comenzó a besarme tiernamente el abdomen. Era relajante, la verdad. Yo no hacía nada, trataba de controlar mis instintos, por que la mujer era sensacionalmente atractiva. Ella quería más. Tomo una de mis manos y empezó a acariciarse con ella. Primero el pelo, liso y castaño, y luego comenzó a bajar hacia la espalda y los senos. Definitivamente estaba paralizado. El aroma a inciensos me dejó turbado, pero un recuerdo de una chica tímida, vergonzosa, cariñosa... me hizo volver a la realidad.
- Suéltame - le dije. La chica obedeció sin rechistar y se fusionó con la niebla, mientras yo viajaba a un mundo de fantasía con aquella chica que me trajo a la realidad. Irónico.

Tuve otra vez un sueño de esos malos. Estaba en mi habitación. El olor a incienso aún estaba en mi nariz, y el recuerdo de la chica adorable aún ardía en mi corazón.

martes, 12 de julio de 2011 en 9:08 , 0 Comments