Bvias

En ese mundo no había nada más que un eterno campo de trigo seco. Entidades luminosas flotaban a voluntad y se fusionaban. La niña observaba con sus ojos un vació incalculable. En ese mundo no había nada, hasta ahora.

Pequeños trozos de chatarra cayeron del cielo, haciendo un pequeño espacio. Pequeñas hélices, trozos de alguna nave que en ese mundo jamás podría haber sido pensada. Sin prisa, la pequeña chica comenzó a acercarse al punto de impacto. Lo que vio allí no fue nada más que basura. Pero ella era especial. En ese mundo no había nada, hasta ese momento. Ese mundo no quería moverse, hasta ese justo instante.

La chica tomó la chatarra y con diestra mano, comenzó a crear un pequeño muñeco. Con la poca chatarra, sólo creó su torso, que se llevó. Al día siguiente cayó más y más chatarra, pero para ella era un gran tesoro.

Al cabo de 3 días, el muñeco que había creado ya tenía más o menos su tamaño. Lo cargó en sus hombros y lo llevo unos minutos hasta que, cuando encontró un lugar en aquel páramo donde estuviese tranquila, deposito al ser gélido en el suelo. Seguido de esto, se sacó el pequeño vestido blanco y, en su entera desnudez, se recostó sobre el pequeño robot. Su cuerpo, aún no desarrollado, generaba un matiz inocente y pura.

La niña articuló su mano para tocar el pseudo-rostro del robot y le dijo: -llevo mucho tiempo sola... en este mundo donde no hay nada. Nada salvo tú y yo. Por que tú llegaste aquí para mí-

Los pequeños focos de aquel muñeco parpadearon tibiamente. Sus brazos, en un sonido latoso, se movieron y rodearon el cuerpo desnudo de la chica. Ella, fue feliz.

El robot convulsionó. Algo pasaba. Los brillos de aquel mundo se adherían rápidamente a él. Comenzó a aparecer piel, cabello. Al terminar, eran dos. Dos en ese mundo de nada.

Ese mundo se llama: Corazón.

miércoles, 18 de enero de 2012 en 13:16 , 2 Comments