Un tercero.

Te observo mientras miras hacia la nada, callada. Tus ojos, dos azabaches, hacen que miran, pero yo sé que no miras nada. Observo tus manos, apoyadas sobre tu regazo. Me gusta mirarte, es más, pensé que tú también me mirarías. Olí tu olor natural. Emanaba de tu pecho. Cautivaba el parque en donde estabas sentada, en un banco negro. El viento soplaba y me hacía llegar la fragancia a mi nariz. Yo imaginaba tantas cosas sólo con esa fragancia. Me transportaba, me llevaba a otra área.

Observaba también, que te echabas brillo en tus labios. Luego de hacerlo, sonreías, para comprobar si estabas bonita. Sí que lo estabas. Luego, comprobabas si tu peinado no se había desarmado, si tus aros no se habían desordenado. Sonreías, como una niña que hacía una travesura. ¿Acaso la travesura era prepararte, ponerte bonita para alguien en especial? Para mí eras la reina de aquel parque, lejos la más hermosa de todas. Tu naturalidad destacaba.

Me acerqué a ti, un tanto cabizbajo debido a tu notoria belleza. No era de esas bellezas en donde era sólo voluptuosidad, sino era una belleza tierna, pura. Al final te percataste de mí y me sonreíste. ¿acaso estaba tan bonito como tú lo estabas? No estaba arreglado, seguro mi boca apestaba a lo que comí hace poco, pero una cosa tenía segura: Mis ojos brillaban por ti.

Llegó un hombre a tu lado. Te besaste con él apasionadamente. Me puse muy contento, pues tu espera había tenido éxito. Él también me vio y pensé que con su mirada me correría, pero es más, me acarició la cabeza. Yo recibí el cariño. Me encanta que me hagan cariño y que presten atención en mí. A final, decidí quedarme bajo el banco en donde ambos estaban sentados y comencé a cuidarlos. Por algo, dicen, soy el mejor amigo del hombre.

jueves, 8 de diciembre de 2011 en 17:16 , 0 Comments

Aura de ti.

Se desvistió y sin mirarse al espejo, entró en la ducha. El agua comenzó a recorrer, tibia, cada una de sus curvas. Ella pensaba y el vapor camuflaba sus deseos, haciéndolos escurrir en los muros y en el espejo en el cual no se vio. Miró sus manos, que siempre habían sido bien cuidadas. se tocó el rostro, cerrando los ojos e imaginando. Imaginaba que él era quien le tocaba el rostro, que le sonreía y le miraba con un amor tan cálido que quemaba. Tanto era lo que quemaba, que su cuerpo comenzó a pedirlo. Su imagen apareció entre el vapor del baño y se reflejaba en el espejo en donde ella no se quiso ver.

Sintió ganas de ser abrazada, de ser besada. Cuando él lo hacía, para ella, era una de las sensaciones que más le hacían feliz. Tanto así, que no quería separarse de él cuando este la aproximaba.

Cerro sus ojos y se dejó llevar por sus deseos. El amor se mezclaba con placer. Miró sus senos, que estaban notoriamente exaltados por el vapor y todas sus vacilaciones. Ella se avergonzó de si misma, pero al pensar en él todo ello se desvanecía. Quería ser tocada, que la mano de él circulase por su cuerpo como el agua lo hacía; que el aliento de su querido penetrase su cuerpo, como el vapor lo hacía. Quería sentirlo cerca, abrazándola por la espalda. Quería sentir su torso desnudo, apegado a su cuerpo. Quería ser amada.

- ¡Hija! Llevas 40 minutos en el baño. ¿qué tanto haces? - gritó la madre desde fuera del baño.

Ella ni siquiera se había jabonado.

domingo, 23 de octubre de 2011 en 8:50 , 0 Comments

Balcón

Iba llegando a mi departamento 707 alrededor de las cuatro de la tarde. Abrí, como de costumbre y me senté frente a mi laptop para continuar mi trabajo. Pero, algo interrumpía mi tranquila estancia. Salí al balcón para ver a la persona que hacía tanto ruido y era nada menos que una nueva vecina. La chica era hermosa: Pelo oscuro, caderas marcadas. Su esencia, su aire, expelían vida. Pasó un buen tiempo, hasta que ella capto mi presencia y se acercó a el balcón de su hogar.
- ¿necesita algo? - dijo ella, un tanto extrañada.
- ¡No! Nada, nada. - Y me retiré de la escena. Traté de concentrarme en mi trabajo, pero la música era movida. Ella gritaba y su tremenda jocosidad traspasaba paredes. Hasta que, de improviso, tocan mi puerta. Voy lentamente y, al abrir, descubro que mi vecina está ahí. Me dispongo a abrir y, al momento de tirar mi puerta, ella se abalanza sobre mí.
- Tus ojos decían algo, hace un momento - dijo con todo coqueto ella. Tomó mis manos y las ubicó en su cintura y ella ubico las suyas en mis hombros.
- Vamos - dijo ella - Vine hasta aquí para ti, ya que tú no ibas hasta mi departamento. ¿qué deseas hacer? Sólo admítelo. También sentí esa sensación cuando te vi. Me recorrió entera. Quería tenerte cerca, sentir tu olor, recostar mi cabeza en tu pecho y cerrar los ojos - y en aquel momento me besó.

Todo se tornó de gris y lo único que tenía matices era ella. Terminó el beso, su respiración volvió a la normalidad y sus ojos azabache miraban tiernamente los míos. Selló el hermoso momento con un abrazo, diciéndome : me encantaría conocerte más...

Eran las 8 de la noche y yo dormí exactamente 4 horas en frente de mi laptop, sin haber avanzado nada en mis trabajos. La música había cesado, mas el sueño había quedado grabado en mi corazón.

domingo, 25 de septiembre de 2011 en 14:43 , 0 Comments

Flashback

Ella se levanto lentamente de su cama, para mirar la ventana. La lluvia no cesaba. Nunca cesaba. A ratos iba acompañada de truenos, truenos que remecían su corazón confundido.

Se dirigió a la puerta del dormitorio y la abrió. Entro a la sala de estar y se sentó. Comenzó a correr un viento cálido, como esos días de primavera y acarició el rostro de ella. Cerró los ojos, unos dos o tres segundos. Los volvió a abrir y una persona yacía a su lado, dormida. Esta persona era un chico de cabellos rojos, sin pecas y alto. Ella lo miró en un principio y, luego, se levantó hacia su habitación.

Al día siguiente llovía, como de costumbre. Ella salió de su habitación para ir a prepararse algo y aún estaba aquel chico, durmiendo plácidamente en el sillón. Su rostro tenía un brillo propio, como si el solo estuviese bañándolo con su luz. Ella se acercó a él y, con su mano fría, toco la comisura de los labios de él. No hubo reacción en el chico. Ella nuevamente fue a su habitación.

Así transcurrieron varios días lluviosos. Él no cambiaba de posición, ni había despertado; seguía durmiendo en el sillón. Un día, la chica se acercó nuevamente a él y le tocó, esta vez, el rostro. Él, como por algo extraño, movió su mano y agarró la de ella y le dijo: Por favor, no quites esa mano de ahí...

El momento se hacía eterno. Ella lo miraba, él la miraba. Las manos de ella empezaron a calentarse.
- Ves - dijo él - lo único que te faltaba era esto. Me habías hecho esperar mucho tiempo -
Y en aquel momento, él la abrazó fuertemente por la cintura. Ella sintió las manos de él por su espalda y se dejó querer. La lluvia cesaba. El corazón gélido se derretía. Él la beso, tiernamente, en el rostro. Ella cerró sus ojos, unos dos o tres segundos. Para cuando los abrió, él ya no estaba.

La lluvia cesó, los pájaros cantaban y ella mantenía una sonrisa amplia.

sábado, 17 de septiembre de 2011 en 18:02 , 1 Comment

No más.

Entré a la habitación de colores psicodélicos y de aromas a inciensos afrodisíacos. La niebla generada por estos me impedía ver más allá de medio metro de mí. Sólo sabía que había una cama, y se veía una silueta de mujer encima de ella. Algo me atrajo, algo me impulso. Activó mis instintos. Caminé hasta la cama y me recosté junto a la mujer. Sus labios pedían caricias, su cuerpo pedía ser devorado. Sus pupilas estaba dilatadas, su respiración, entrecortada y oral. Movía sus piernas de una manera extraña y no me quitaba los ojos de encima.

Partió quitándome la camisa blanca que ese mismo día compré, dejándome a torso desnudo y comenzó a besarme tiernamente el abdomen. Era relajante, la verdad. Yo no hacía nada, trataba de controlar mis instintos, por que la mujer era sensacionalmente atractiva. Ella quería más. Tomo una de mis manos y empezó a acariciarse con ella. Primero el pelo, liso y castaño, y luego comenzó a bajar hacia la espalda y los senos. Definitivamente estaba paralizado. El aroma a inciensos me dejó turbado, pero un recuerdo de una chica tímida, vergonzosa, cariñosa... me hizo volver a la realidad.
- Suéltame - le dije. La chica obedeció sin rechistar y se fusionó con la niebla, mientras yo viajaba a un mundo de fantasía con aquella chica que me trajo a la realidad. Irónico.

Tuve otra vez un sueño de esos malos. Estaba en mi habitación. El olor a incienso aún estaba en mi nariz, y el recuerdo de la chica adorable aún ardía en mi corazón.

martes, 12 de julio de 2011 en 9:08 , 0 Comments

Se gentil.

Llegamos a su casa y era ya muy tarde. No había sol ni luna, era esa fase en donde no te encuentras ningún punto donde ver. Abriste la puerta y me convidaste a entrar. Observé el comedor y traté de guarecerme en algo. Mis ojos no se cruzaron con los tuyos. Los busqué incontables veces, pero tú desviabas la mirada. Primera grieta.

Estuve mucho tiempo sentado sin ser acompañado. Te esperé, sabes, pero no aparecías de donde te escondiste. Pensé en irme, pensé en desaparecer, mas de alguna forma algo invisible me ataba a ti, pero al parecer esa energía no habitaba en ti. Segunda grieta.

Te busqué y estabas en tu pieza, sentada en frente de ese monitor. Te abracé por la espalda. Mi corazón se recogió. Siempre lo hace cuando estoy contigo. Ni te inmutaste. Tercera grieta.

Tuve que girar de la silla para que me vieses. Tu cara no tenía expresión. Tus ojos, con una profundidad de mil mares me decían: vete. Cuarta grieta

Te susurré aquello que sentía y no me atrevía a decir, por temor a que no sintieses lo mismo: te amo. No respondiste. Te paraste. Te fuiste. Quinta grieta.

Desperté sobrecogido de esa pesadilla, pero me vi solo una vez más. Desaparezco como polvo de estrellas y vuelvo a ser. Eso es lo que es capaz de hacer un miedo. Seré gentil.

jueves, 2 de junio de 2011 en 17:19 , 1 Comment

Tan sólo 9 segundos.

Su cerebro le manda un impulso de orígenes desconocidos. Sus ojos pierden profundidad y una pequeña sonrisa se esboza en su rostro. El cuaderno que tiene encima lo tienta, lo absorbe como el opio más bendito y no necesariamente es a escribir. Su mano derecha suda. Arranca una hoja del cuaderno y, como poseído, la hace una bola. Después de una búsqueda no tan dedicada, divisa a su víctima. Alza la mano derecha y dispara el papel lleno de sudor, lleno de ansiedad. El objetivo es impactado. Él ríe. Acaban de pasar nueve segundos, de una hora y treinta de clase.


Concurso de Literatura Nuestra Señora de Andacollo. Primer Lugar, año 2011.

domingo, 15 de mayo de 2011 en 18:43 , 2 Comments

Deberías taladrar tu cabeza III: Axioma

Pues bien, volvamos a la situación el la cual nuestro protagonista miraba a la chica de ojos inquietantes.
Como si la quemase con los ojos, Seymour la observaba hasta que ella se dio vuelta y lo miró. Hubo un par de segundos que fueron segundos normales, no como esas típicas historias de amor que lees, en el cual ambos se observaron. La chica tenía unos ojos color pardo increíbles y miraban a Seymour, de la misma forma como él la miraba a ella.

Debía dar el paso. Seymour caminó hacia ella y, sin siquiera decir hola, la chica lo besó tímidamente, así como un pájaro. Obviamente, Seymour quedó anonadado totalmente, mas le encantó este gesto.De todas formas, aquella precocidad de la chica lo impactó.

De tanto leer libros, se dio cuenta de el real axioma de esta vida: atraes lo que quieres. Él quería algo de ella y ella se lo dio.

Volviendo a la situación, Seymour atinó a saludar:
- Esto... Hola -
- Me llevas mirando mucho tiempo y, casi todos los días, me miras de esa forma. ¿qué es lo que te causo? -
- Pues, tienes unos ojos inquietantes - respondió rápidamente el protagonista.
- ¿ah si? - dijo la chica acercando su rostro al de él a sólo 5 cm (no preguntes cómo sé ésto, nunca tuve una regla para medirlo, fue lo que percibí)y en ese instante él pudo contemplar la profundidad de aquellos ojos.
- Lindos, ¿verdad? - dijo la chica, osadamente.
- Si que lo son -
- Entonces, para otra ocasión, deja de observarme tanto y ven a hablarme, ¿te parece? -
- .... ok -

Así es como podemos dar rienda a suelta a este encuentro. Veamos si Seymour no la palma esta vez.

jueves, 14 de abril de 2011 en 17:16 , 2 Comments

Deberías taladrar tu cabeza II: Ojos, manos

A Seymour le gustaban las chicas no lindas -esto no quiere decir que le gusten feas, sino que a nuestro personaje no le gustan las chicas atractivas- y siempre miraba ciertas características. Era como si "pasasen la prueba". Siempre le importó más un corazón puro, calmado y sin perturbaciones que una figura escultural, divina. Así es como Seymour miraba dos puntos esenciales: Primero y fundamental, las manos femeninas. Si tenían toques masculinos, las descartaba (no por ser exquisito, sino que tenía un cierto detalle con esta área). Las prefería largas y bien cuidadas, ciertamente porque él podía distinguir muchas características de la persona sólo con ver sus manos, y también sus ojos. Los ojos (¡Dios, él se emocionaba al ver ojos trasparentes y brillantes!) le transmitían muchas cosas. El ojo, no necesariamente tenía que ser de un color especial, sino que exprese el aire soñador, el aire bohemio, un espíritu libre.

Muy detallista, Seymour observaba. Siempre observaba, no se cansaba de mirar personas. La chica de los ojos inquietantes no era la excepción. Muchas chicas eran miradas por nuestro personaje. Pero le llamaron la atención tres chicas: La chica de los inquietantes (luego les haré saber el nombre), una pequeña mujer, de estatura, pero tenía un aire a ser mayor que el observador, y una chica con ojos rasgados (no tenía heridas ni era asiática; sólo los ojos rasgados)llamaban poderosamente la atención de él. No pasaba a más de mirar, no tenía instintos psicópatas, sólo le gustaba observar.

Cabe destacar que, a pesar de que miraba mucho, Seymour tenía un pésimo manejo con las mujeres.

miércoles, 16 de febrero de 2011 en 12:09 , 0 Comments

Deberías taladrar tu cabeza I: Llave

El chico llegó hasta su casa, luego de un buen día con sus amigos disfrutando y, simplemente, pasándola bien. Encendió su computadora, puesto que casi nunca tiene mucho que hacer en su hogar.

Hay un boom de redes sociales en esta época, cada vez con más energía. Gran parte de los jóvenes, en su tiempo libre, se dedica a mantener contacto con sus amigos en distancia cada vez que puede, y las redes sociales catapultan a esta persona para no perder el hilo con sus queridos. El chico (que llamaremos Seymour) hizo lo de siempre, comentó cosas, vio un par de vídeos musicales favoritos y se fue a dormir.

Un par de días después, Seymour fue a un parque con sus amigo Valentín para ir a conocer un grupo artístico. Valentín no era el "gran" amigo de Seymour, pero podríamos decir que se llevaban bien.

Mientras caminaban por el parque, muchas veces frecuentado, Seymour observó a una chica de más o menos de su edad que estaba junto a otras de su misma especie femenina. Miró y miró, no pudo despegar sus ojos de ella. Es como si siempre hubiese estado allí. Como cuando revisas el pequeño almacén que todos tienen. Siempre agarras el martillo, los clavos, hasta que un día vez que una llave hermosa, reluciente, está allí y tú jamás te habías percatado de su presencia. Volviendo al tema, Seymour la observó y miró los ojos inquietantes de esta chica. No podía distinguir su color, pero sabía que eran lindos. Seymour pensó "Oh, que linda es. Siempre ocurre esto" Siempre ocurría y la chica no volvía a aparecer más. Siguió adelante junto con su amigo.

Nada fuera de lo normal había transcurrido en mucho tiempo. Todo lo de siempre, hasta que, un día, mientras el protagonista abría su red social, observó una solicitud de amistad que, inhospitamente, era de la chica de los ojos inquietantes.

domingo, 13 de febrero de 2011 en 14:29 , 1 Comment

El Efecto del Viento

Eran las cuatro de la tarde, y él yacía en las afueras de su casa. El meteorólogo anunció 36ºC y él permanecía tendido, bajo la sombra de sus dos naranjos, sobre el suelo de baldosas. Nada anormal, todo como siempre, hasta que el viento lo acarició. Sintió las manos del viento que se posaban en sus mejillas y, luego, sobre sus ojos. En ese momento, mientras el viento tocaba sus párpados, abrió los ojos y observó que todo era gris y trasparente. Muchas figuras aparecieron y muchas otras desaparecieron. Entre esas, su novia. Se acercó a él, coqueta y tierna como siempre y le dijo al oído:
- Me cuesta transmitirte todo -
- Lo sé - dijo él - pero ese no es un problema, supongo.
- Pero sabes todo lo que me provocas... -
Ella comenzó a besarle, primero sutilmente, así como un picaflor saca el polen de las flores más tiernas, y luego mucho más apasionadamente.

El céfiro dejó de soplar y él abrió los ojos: seguía siendo una tarde igual que las demás.

martes, 25 de enero de 2011 en 16:36 , 1 Comment

Metro: Sin Rostro

Se subió al metro, apresurada y, para mala suerte de ella, quedó alrededor de 4 hombres. Las puertas se cerraron. Hacía calor y todos sudaban. Ella miraba hacia delante, cuando, sorpresivamente, una mano comenzó a deslizarse por sus piernas. Ella no sabía si estar aterrada, pero la mano era de un corte suave y acariciaba tiernamente. La mano comenzó a subir, lentamente, como calculando cada milímetro de pierna, hacia el sexo de la chica. La chica ya no tenía temor, estaba tan excitada que no podía retener el sudor que corría por su cuello, sus brazos y su rostro. Imaginó gemir, pero toda la gente la observaría; quería que aquella mano la acariciase entera, que le desabotone toda la blusa y le recorra la espalda. Quería sentir el aliento del dueño de la mano en su cuello, suspirar.

A sólo unos centímetros del sexo de la mujer, la mano se detuvo. "Próxima estación *Los Héroes* lugar de combinación a Linea 2". Ella quería darse vuelta, quería verle el rostro a la persona que la había echo sentirse así, mas no pudo. La mano se introdujo en un bolsillo de la falda y luego salió. La gente comenzó a bajar y hubo unos 4 segundos en donde el vagón quedó practicamente vacío. Temerosa, introdujo la mano en el bolsillo y no halló nada, sólo un gracias tácito de alguien sin rostro.

miércoles, 5 de enero de 2011 en 8:04 , 2 Comments