Balcón

Iba llegando a mi departamento 707 alrededor de las cuatro de la tarde. Abrí, como de costumbre y me senté frente a mi laptop para continuar mi trabajo. Pero, algo interrumpía mi tranquila estancia. Salí al balcón para ver a la persona que hacía tanto ruido y era nada menos que una nueva vecina. La chica era hermosa: Pelo oscuro, caderas marcadas. Su esencia, su aire, expelían vida. Pasó un buen tiempo, hasta que ella capto mi presencia y se acercó a el balcón de su hogar.
- ¿necesita algo? - dijo ella, un tanto extrañada.
- ¡No! Nada, nada. - Y me retiré de la escena. Traté de concentrarme en mi trabajo, pero la música era movida. Ella gritaba y su tremenda jocosidad traspasaba paredes. Hasta que, de improviso, tocan mi puerta. Voy lentamente y, al abrir, descubro que mi vecina está ahí. Me dispongo a abrir y, al momento de tirar mi puerta, ella se abalanza sobre mí.
- Tus ojos decían algo, hace un momento - dijo con todo coqueto ella. Tomó mis manos y las ubicó en su cintura y ella ubico las suyas en mis hombros.
- Vamos - dijo ella - Vine hasta aquí para ti, ya que tú no ibas hasta mi departamento. ¿qué deseas hacer? Sólo admítelo. También sentí esa sensación cuando te vi. Me recorrió entera. Quería tenerte cerca, sentir tu olor, recostar mi cabeza en tu pecho y cerrar los ojos - y en aquel momento me besó.

Todo se tornó de gris y lo único que tenía matices era ella. Terminó el beso, su respiración volvió a la normalidad y sus ojos azabache miraban tiernamente los míos. Selló el hermoso momento con un abrazo, diciéndome : me encantaría conocerte más...

Eran las 8 de la noche y yo dormí exactamente 4 horas en frente de mi laptop, sin haber avanzado nada en mis trabajos. La música había cesado, mas el sueño había quedado grabado en mi corazón.

domingo, 25 de septiembre de 2011 en 14:43 , 0 Comments

Flashback

Ella se levanto lentamente de su cama, para mirar la ventana. La lluvia no cesaba. Nunca cesaba. A ratos iba acompañada de truenos, truenos que remecían su corazón confundido.

Se dirigió a la puerta del dormitorio y la abrió. Entro a la sala de estar y se sentó. Comenzó a correr un viento cálido, como esos días de primavera y acarició el rostro de ella. Cerró los ojos, unos dos o tres segundos. Los volvió a abrir y una persona yacía a su lado, dormida. Esta persona era un chico de cabellos rojos, sin pecas y alto. Ella lo miró en un principio y, luego, se levantó hacia su habitación.

Al día siguiente llovía, como de costumbre. Ella salió de su habitación para ir a prepararse algo y aún estaba aquel chico, durmiendo plácidamente en el sillón. Su rostro tenía un brillo propio, como si el solo estuviese bañándolo con su luz. Ella se acercó a él y, con su mano fría, toco la comisura de los labios de él. No hubo reacción en el chico. Ella nuevamente fue a su habitación.

Así transcurrieron varios días lluviosos. Él no cambiaba de posición, ni había despertado; seguía durmiendo en el sillón. Un día, la chica se acercó nuevamente a él y le tocó, esta vez, el rostro. Él, como por algo extraño, movió su mano y agarró la de ella y le dijo: Por favor, no quites esa mano de ahí...

El momento se hacía eterno. Ella lo miraba, él la miraba. Las manos de ella empezaron a calentarse.
- Ves - dijo él - lo único que te faltaba era esto. Me habías hecho esperar mucho tiempo -
Y en aquel momento, él la abrazó fuertemente por la cintura. Ella sintió las manos de él por su espalda y se dejó querer. La lluvia cesaba. El corazón gélido se derretía. Él la beso, tiernamente, en el rostro. Ella cerró sus ojos, unos dos o tres segundos. Para cuando los abrió, él ya no estaba.

La lluvia cesó, los pájaros cantaban y ella mantenía una sonrisa amplia.

sábado, 17 de septiembre de 2011 en 18:02 , 1 Comment