Un Final Feliz (Desde el lado de la Ilusión)

1754, Época Neoclásica. Jean Jacqués, después de un largo día en el conservatorio, se sentó al frente de su escritorio. Había muchos papeles tirados, hojas en blanco y la pluma fuente. Algo lo conectó con su ser y, tomando el bolígrafo, comenzó a dibujarse a sí mismo. Al cabo de un rato, tuvo un prefecto acabado. Pero, sentía que en esa hoja faltaba algo y, alzando su imaginación, dibujó a una chica vestida de "pantalones" y camisa a cuadros. Sonrió y se fue a acostar.

Al otro día, después de sus quehaceres diarios, sea acercó a su escritorio y, para su sorpresa, habían más hojas dibujadas. Pulso cardíaco. Pum Pum, Pum Pum. Contuvo la tentación de tomar las hojas y verlas y esperó alrededor de 1 semana.

Después del tiempo, nervioso e impasivo, leyó cada hoja y, en la última plana, había una escena de un beso en donde él y la chica - se supone - se besarían. Contuvo el aliento, respiró, comenzó a sudar. Pulso cardiaco. Pum Pum, Pum Pum. ¿qué era lo que le pasaba? Sin más preámbulo, se fue a dormir.

Siendo las 5:00 AM, Jean Jacqués se levantó a ver la escena, mas no encontró nada. Desilusionado, decidió hacer algo. Quería transmitirle a la chia sus deseos. Al poco rato, se le ocurrió algo. Tomando el bolígrafo dibujo con esmero, un peluche en forma de oso y, redactando, puso:
"Esperé con ansias ese beso, en que nuestras almas conectaría, mas no llegó. Espero que vuestra merced tenga la misericordia de dármelo". Terminando de sellar estas palabras, apretó su mano contra el pecho y, sintiendo el rugir de su corazón, tocó las hojas y cerró los ojos.

Jean Jacqués se hizo tinta.

viernes, 26 de noviembre de 2010 en 18:08 , 0 Comments

Un final feliz

La verdad no se me ocurre ninguno. La verdad es que, a la hora de escribir, prefiero muchas y mil veces un final neutro o no feliz. Pues bueno, intentaré algo con la pequeña inspiración que tengo:

Ella se hallaba suspirando, pensando. Suspiraba y volvía a pensar. Tomó el lápiz y se dibujo a ella misma. Con colores y entinte, terminó un perfecto acabado de si misma. Suspiró. Faltaba algo en ese cuadro. Tomó el lápiz y, al lado de ella, dibujó a un chico ligeramente mayor que ella. Soltó una risita. Él estaba en sus manos, podía hacer lo que ella quisiese. Después de un largo esfuerzo, hizo a un chico de hace dos siglos atrás, de contextura delgada y finos gestos. Era encantador.

Los días pasaban y la chica, encerrada en su habitación, dibujaba facetas del chico y ella, hasta hizo un comic. Ella era muy apasionada y, llegado el momento, creó la escena del beso. Se puso nerviosa, su corazón palpitó a mil por hora. El hecho de que el chico la estuviese besando a ella, entrelazando su lengua y tocando sus cabellos, la hacían ruborizarse. Al final, después de mucho palpitar, dejó el lápiz y, sin dibujar la escena, se fue a dormir.

Temprano por la mañana, sonó la puerta. La chica abrió perezosamente. Había un chico vestido anticuadamente.
- Disculpe, ¿usted encargó esto? -

La chica, anonadada, recibió el paquete. Subió hasta su habitación y abrió el embalaje. Dentro de este había un peluche de un oso y una carta. Ella la abrió, nerviosa:
" Esperé con ansias ese beso, en que nuestras almas conectaría, mas no llegó. Espero que vuestra merced tenga la misericordia de dármelo. Atte. Vuestra Ilusión"

lunes, 22 de noviembre de 2010 en 15:56 , 3 Comments

Armen Movsessian


El campo se hallaba vacío, nublado y en él corría un céfiro estrepitoso. Allí se encuentra él, el invasor de pastos. Marcas azules, pelo largo y trenzado lo destacan de la forma por la que es.

Con los ojos cerrados, el celta deja caer la pesada espada que cargaba. El acero ensangrentado suena como golpe a piedras calizas en el suelo. Se arrodilla. Se lamenta, el porqué mató a tantos. Abre los ojos. Una bayoneta le es clavada por la espalda, atravesándole el corazón. Sus pupilas se dilataron.

Diez centímetros del suelo. En el último aliento no se lamentó. Recordó a su familia, sus hijos, cuan grandes y fuertes, asumirían el rol de jefes del hogar. Sonrió. Cinco centímetros del suelo. Ya nada podía hacer, al caer perecería. Pensó que iría con su padre al cielo y su Dios los protegería. Dejó de sonreír. Un centímetro del suelo. Rezó por aquellos que no conocía y por los que no conocería jamás. Vio el campo verde y nuboso partirse en dos, en cuatro, en ocho, en dieciséis, en treinta y dos partes. Lloró. Murió.

Aquel asesino vio las lágrimas del celta. En ese campo nublado, desolado, desenfundó su revolver y, dando un último suspiro, apretó el gatillo contra él mismo. Cayó junto al celta.

Ambos en el suelo, el celta muerto y el asesino vivo, este último sonrió, dejó de sonreír. Lloró. Murió.



He dejado esto muy botado, mas las palabras no me salían. ¿Será por que estoy demasiado feliz? Efectivamente. Siempre he pensado que de "estar neutral" o "estar mal" derivan las palabras. ¿Por qué? Por que cuando estás neutral o mal, piensas.

sábado, 13 de noviembre de 2010 en 6:27 , 0 Comments

Hombre-que-da-cuerda

Mientras dormimos, a eso de las cuatro de la mañana, alguien esta despierto, haciendo su trabajo. Va hacia una caja y quita la manta que esta tenía puesta. Es una caja, una caja con una llave para dar cuerda. El hombre la hace girar hasta no poder más y luego de eso se va a acostar.

Mientras él duerme, la caja está girando lentamente y el mundo exterior despierta, hacen sus quehaceres diarios, salen al colegio o al trabajo y luego regresan a sus casas.

Deberíamos darle gracias a este hombre, porque él nos da cuerda. Mientras él duerme, nosotros nos movemos.

Son las cuatro de la mañana y la caja se detiene. El hombre se levanta y vuelve a hacerla girar hasta el máximo y se va a dormir. Y luego, despertamos.

lunes, 1 de noviembre de 2010 en 16:51 , 1 Comment