Deberías taladrar tu cabeza II: Ojos, manos

A Seymour le gustaban las chicas no lindas -esto no quiere decir que le gusten feas, sino que a nuestro personaje no le gustan las chicas atractivas- y siempre miraba ciertas características. Era como si "pasasen la prueba". Siempre le importó más un corazón puro, calmado y sin perturbaciones que una figura escultural, divina. Así es como Seymour miraba dos puntos esenciales: Primero y fundamental, las manos femeninas. Si tenían toques masculinos, las descartaba (no por ser exquisito, sino que tenía un cierto detalle con esta área). Las prefería largas y bien cuidadas, ciertamente porque él podía distinguir muchas características de la persona sólo con ver sus manos, y también sus ojos. Los ojos (¡Dios, él se emocionaba al ver ojos trasparentes y brillantes!) le transmitían muchas cosas. El ojo, no necesariamente tenía que ser de un color especial, sino que exprese el aire soñador, el aire bohemio, un espíritu libre.

Muy detallista, Seymour observaba. Siempre observaba, no se cansaba de mirar personas. La chica de los ojos inquietantes no era la excepción. Muchas chicas eran miradas por nuestro personaje. Pero le llamaron la atención tres chicas: La chica de los inquietantes (luego les haré saber el nombre), una pequeña mujer, de estatura, pero tenía un aire a ser mayor que el observador, y una chica con ojos rasgados (no tenía heridas ni era asiática; sólo los ojos rasgados)llamaban poderosamente la atención de él. No pasaba a más de mirar, no tenía instintos psicópatas, sólo le gustaba observar.

Cabe destacar que, a pesar de que miraba mucho, Seymour tenía un pésimo manejo con las mujeres.

miércoles, 16 de febrero de 2011 en 12:09 , 0 Comments

Deberías taladrar tu cabeza I: Llave

El chico llegó hasta su casa, luego de un buen día con sus amigos disfrutando y, simplemente, pasándola bien. Encendió su computadora, puesto que casi nunca tiene mucho que hacer en su hogar.

Hay un boom de redes sociales en esta época, cada vez con más energía. Gran parte de los jóvenes, en su tiempo libre, se dedica a mantener contacto con sus amigos en distancia cada vez que puede, y las redes sociales catapultan a esta persona para no perder el hilo con sus queridos. El chico (que llamaremos Seymour) hizo lo de siempre, comentó cosas, vio un par de vídeos musicales favoritos y se fue a dormir.

Un par de días después, Seymour fue a un parque con sus amigo Valentín para ir a conocer un grupo artístico. Valentín no era el "gran" amigo de Seymour, pero podríamos decir que se llevaban bien.

Mientras caminaban por el parque, muchas veces frecuentado, Seymour observó a una chica de más o menos de su edad que estaba junto a otras de su misma especie femenina. Miró y miró, no pudo despegar sus ojos de ella. Es como si siempre hubiese estado allí. Como cuando revisas el pequeño almacén que todos tienen. Siempre agarras el martillo, los clavos, hasta que un día vez que una llave hermosa, reluciente, está allí y tú jamás te habías percatado de su presencia. Volviendo al tema, Seymour la observó y miró los ojos inquietantes de esta chica. No podía distinguir su color, pero sabía que eran lindos. Seymour pensó "Oh, que linda es. Siempre ocurre esto" Siempre ocurría y la chica no volvía a aparecer más. Siguió adelante junto con su amigo.

Nada fuera de lo normal había transcurrido en mucho tiempo. Todo lo de siempre, hasta que, un día, mientras el protagonista abría su red social, observó una solicitud de amistad que, inhospitamente, era de la chica de los ojos inquietantes.

domingo, 13 de febrero de 2011 en 14:29 , 1 Comment