Deberías taladrar tu cabeza II: Ojos, manos

A Seymour le gustaban las chicas no lindas -esto no quiere decir que le gusten feas, sino que a nuestro personaje no le gustan las chicas atractivas- y siempre miraba ciertas características. Era como si "pasasen la prueba". Siempre le importó más un corazón puro, calmado y sin perturbaciones que una figura escultural, divina. Así es como Seymour miraba dos puntos esenciales: Primero y fundamental, las manos femeninas. Si tenían toques masculinos, las descartaba (no por ser exquisito, sino que tenía un cierto detalle con esta área). Las prefería largas y bien cuidadas, ciertamente porque él podía distinguir muchas características de la persona sólo con ver sus manos, y también sus ojos. Los ojos (¡Dios, él se emocionaba al ver ojos trasparentes y brillantes!) le transmitían muchas cosas. El ojo, no necesariamente tenía que ser de un color especial, sino que exprese el aire soñador, el aire bohemio, un espíritu libre.

Muy detallista, Seymour observaba. Siempre observaba, no se cansaba de mirar personas. La chica de los ojos inquietantes no era la excepción. Muchas chicas eran miradas por nuestro personaje. Pero le llamaron la atención tres chicas: La chica de los inquietantes (luego les haré saber el nombre), una pequeña mujer, de estatura, pero tenía un aire a ser mayor que el observador, y una chica con ojos rasgados (no tenía heridas ni era asiática; sólo los ojos rasgados)llamaban poderosamente la atención de él. No pasaba a más de mirar, no tenía instintos psicópatas, sólo le gustaba observar.

Cabe destacar que, a pesar de que miraba mucho, Seymour tenía un pésimo manejo con las mujeres.

miércoles, 16 de febrero de 2011 en 12:09

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