- Déjame ir hacía allá - me dijiste. En ese "allá" que mencionabas habían árboles. Muchos. Pero, por sobre todos, destacaban los cerezos japoneses que tanto amabas. Apenas te distanciaste de mi, a tu lado comenzaron a salir girasoles, maravillas, narcisos, claveles, margaritas y todo tipo de flores. Vestías ese kimono rosa que te encantaba.
El viento comenzó a soplar y con ello los pétalos del cerezo invadieron el espacio de un rosa fulgente. Tu girabas, sonreías; el cielo era tuyo. Su color rosa, sus pétalos de girasol, su olor a fantasía y yo era el espectador de todo el show.
- ¡Vamos! - me espetaste. ¿Hacía adonde? Aún no lo sé. Sólo sé que aún estoy fuera de tu campo de flores.
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