Armen Movsessian


El campo se hallaba vacío, nublado y en él corría un céfiro estrepitoso. Allí se encuentra él, el invasor de pastos. Marcas azules, pelo largo y trenzado lo destacan de la forma por la que es.

Con los ojos cerrados, el celta deja caer la pesada espada que cargaba. El acero ensangrentado suena como golpe a piedras calizas en el suelo. Se arrodilla. Se lamenta, el porqué mató a tantos. Abre los ojos. Una bayoneta le es clavada por la espalda, atravesándole el corazón. Sus pupilas se dilataron.

Diez centímetros del suelo. En el último aliento no se lamentó. Recordó a su familia, sus hijos, cuan grandes y fuertes, asumirían el rol de jefes del hogar. Sonrió. Cinco centímetros del suelo. Ya nada podía hacer, al caer perecería. Pensó que iría con su padre al cielo y su Dios los protegería. Dejó de sonreír. Un centímetro del suelo. Rezó por aquellos que no conocía y por los que no conocería jamás. Vio el campo verde y nuboso partirse en dos, en cuatro, en ocho, en dieciséis, en treinta y dos partes. Lloró. Murió.

Aquel asesino vio las lágrimas del celta. En ese campo nublado, desolado, desenfundó su revolver y, dando un último suspiro, apretó el gatillo contra él mismo. Cayó junto al celta.

Ambos en el suelo, el celta muerto y el asesino vivo, este último sonrió, dejó de sonreír. Lloró. Murió.



He dejado esto muy botado, mas las palabras no me salían. ¿Será por que estoy demasiado feliz? Efectivamente. Siempre he pensado que de "estar neutral" o "estar mal" derivan las palabras. ¿Por qué? Por que cuando estás neutral o mal, piensas.

sábado, 13 de noviembre de 2010 en 6:27

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